Monday, June 18, 2007

Texto y Fotografía de Ricardo Armas

Para mi Ricardo Armas representa una imagen de empuje y apoyo.. claro el no lo sabe, pero el es un punto de partida en mi vida, y no solo una vez, me ha animado varias veces. Hoy me decidi a postiar algo nuevo en este blog, que ultimamente tengo un poco olvidado, porque me ha costado conseguir cosas que me llamen lo suficiente la atencion, asi que empece a ver paginas de mis cuadernos y me encontre con el nombre de Torito y Benzo, unos fotografos que anote para investigar, ya no me acuerdo cuando, nunca lo hice... hoy los puse en google y lo primero que me salio fue este articulo de Ricardo, aqui se los dejo:




Generalmente, cuando se me pregunta cuál es mi especialidad en la fotografía siento lo mismo: una suerte de desconcierto. Esto se debe a que la vida de un fotógrafo toma muy diversos caminos, y no es fácil explicar en una rápida respuesta lo que se ha realizado en uno que ya va para largo. La frontera entre la fotografía profesional y la personal es una línea frágil y muy fina. La primera es la que hace posible la segunda, cuando debería ser a la inversa. Uno es un hacedor de imágenes.

Mis comienzos son los de un muchacho curioso y con necesidad de independencia, aquella que produce la adolescencia, a lo que se suma una fascinación por coleccionar memoria. Y así es como pertenezco a una generación de fotógrafos que se desarrolló a comienzos de los años setenta, cuando la fotografía no era aún la protagonista de las artes plásticas, como lo es ahora.

En aquellos años, quienes entonces comenzábamos a ser fotógrafos teníamos el mero entusiasmo de explorar, a través de la cámara fotográfica, la realidad de un país que cambiaba velozmente: carentes de ideologías reales que no fueran las de esos turbulentos años, enarbolando imágenes del Che Guevara y los Beatles.

Sin una conciencia plena del poder comunicativo de la fotografía, nos procurábamos una técnica elemental en la ausencia de centros de fotografía y, mucho menos, de posibilidades de estudios en esta disciplina. No existían ni concursos ni premios, y todo lo que hacíamos era producto del entusiasmo que nos proporcionaban la camaradería y la amistad, y la coincidencia de que era por medio de la cámara fotográfica como queríamos expresar nuestra visión del mundo.

De allí surge la idea de lo que se ha dado en llamar "El Grupo", que constituimos Luis Brito, Alexis Pérez Luna, Jorge Vall, VIadimir Sersa, Fermín Valladares y quien escribe. A través de reuniones semanales en las que compartíamos información y sueños sobre lo que debía ser nuestra fotografía, coincidíamos todos en tener una visión documentalista, de respeto a la realidad, con un sentido crítico político, pensando entonces que este medio visual podía ser herramienta de denuncia y cambio en un país de evidentes injusticias sociales que contrastaban con la bonanza económica de aquellos años. A Gozar la Realidad se convirtió en nuestra primera exposición colectiva.



Pero mi pasión por la fotografía era un destino heredado, cuando desde años tempranos me tocó descubrir en los archivos de mi padre la imagen de un país en blanco y negro, que desaparecía en lo físico y en lo cultural. Millares de fotografías me mostraban cómo habíamos sido un país bucólico y amable, de antiguas costumbres. Estaban allí. en ese archivo gigantesco. las de Torito y Benzo, Ricardo Razzeti y Victoriano de los Ríos, de Carlos Herrera, de don Alfredo Boulton, de Abigaíl Rojas, de Paolo Gasparini, nombres todos que desconocía. pero que nunca olvidé por el impacto que me producían sus imágenes.

El proyecto que mi padre se propuso hacer de rescate fotográfico del paisaje venezolano y su arquitectura, y de una herencia que se extinguía. influyó el discurso de quien para entonces era un joven fotógrafo español que comenzaba a abrir los ojos en una tierra en la que encontraba referencias de la suya propia. Sebastián Garrido. Mi padre me dio mi primera cámara a los diez años, premonitoriamente. y Sebastián me descubrió el olor del fijador y los misterios del laboratorio en una lejana Cumaná de los sesenta.



Decidí convertirme en fotógrafo ante la incertidumbre de no saber elegir otra cosa que me fascinara más, y con un empujón de Luis Brito, quien para entonces me llevaba ventaja. Nos hicimos fotógrafos de teatro, retratistas de celebridades culturales, ilustradores de noticias de prensa y facilitadores de imágenes para los mítines de José Vicente Rangel en su primera candidatura. Vivíamos la noche, los amigos y la fotografía. Me convertí en fotógrafo del Ballet Internacional de Caracas y de museos de arte. Me acostumbré a ver mis imágenes publicadas y descubrí que era ése el medio más efectivo para difundirlas.

La fotografía desde entonces se ha convertido en una manera de relación con el mundo, en una suerte de diario acontecer que me refresca memoria y tiempo. convirtiéndose en espejo de mi tiempo, Mi fotografía es autorretrato, de mi entorno y mis emociones cambiantes,- de mi familia y de mi país, al cual amo profundamente en su paisaje rural y su historia. En un inicio, quise convertirme en rescatador de memorias que se tradujeron en imágenes poéticas, en el intento de atrapar un pasado que cada vez se hacía más distante, y se publicó en forma de libro en 1978, con el título de Venezuela.

Mi formación se afianza en la ciudad de Nueva York, elegida para vivir en 1979, a paso rápido y mundo ajeno, donde la fotografía tiene un puesto. Allí, en la Gran Manzana, descubrí la historia de este medio visual, y aprendí sus secretos desde adentro. Lo que alguna vez atribuí a la magia, la repentina aparición de esa imagen sobre papel, encontró su explicación científica, y este aprendizaje me reubicó en un tiempo y espacio de infinitas referencias históricas que enriquecían mi mundo, mi origen.

Los años han pasado, para descubrirme profesor de fotografía, con quince años en el oficio y el compromiso de formar una generación de fotógrafos, con las herramientas que yo no tuve y siempre en la búsqueda del más alto sentido del rigor y la calidad fotográfica. Se les formó en la conciencia que la imagen fotográfica ha modificado para siempre, y aún lo hace, nuestra visión del mundo global, donde el original ha perdido preponderancia como tal y donde el lenguaje publicitario se ha convertido en la influencia más directa de la fotografía contemporánea, paradójicamente cotizada en un mercado internacional de valores que antes no existía, y contrario a lo que sucedía a finales del siglo pasado, cuando la fotografía no ocupaba como ahora los espacios de los museos en todas partes del mundo.



La aparición de las nuevas técnicas digitales para la toma, procesamiento y manipulación de imágenes fotográficas, y el desarrollo de los medios de comunicación, son parte del mundo que le ha tocado vivir a esta nueva generación de fotógrafos, y uno mismo no escapa de este radio de influencia. Hoy, el fotógrafo debe recurrir a estas nuevas herramientas para seguir perteneciendo al mundo cambiante que le rodea y no quedarse en posiciones heroicas e inútiles de renuncia al progreso.

Haberme dedicado a la docencia reforzó las herramientas de mi oficio, pero mi obra personal entró en un período de mora. La dificultad en diferenciar lo que uno hace y lo que hacen los alumnos, e inclusive lo que se hace por encargo, me ha llevado a abrir un paréntesis para dedicarme a encontrar un nuevo camino para mi fotografía personal. Esto explica mi distanciamiento de la docencia y mi alejamiento del país. Quiero verlo que me toca hacer ahora con nuevos ojos, en un momento de total renovación personal, como ciclos por los que se atraviesa en ese transitar por la fotografía y la vida.

No me arrepiento de las fotografías que no he tomado, que son muchas. El camino no se hace fácil, y confieso que la etapa más pura y sencilla es la del comienzo, cuando no se sabe mucho y se actúa por instinto. En este momento de la vida, quisiera seguir el camino de aquellos que, como don Carlos Herrera, don Manuel Alvarez Bravo, Robert Frank, Bill Brandt, Walker Evans y el inolvidable Eugéne Atget, hicieron suyo su tiempo, apartándose de vanidades personales y con el compromiso de hacer lo que era su destino, de la mejor manera posible.

Desde Nueva York, me siento parte de un inmenso territorio marginado y dividido que se ha dado en llamar Latinoamérica. Nuestra fotografía se conoce poco, a pesar de los esfuerzos que se han hecho por difundirla. Nuestros países se desconocen entre sí mismos, en una demostración de aislamiento y desunión. Los libros de fotografía que se hacen en esta parte del mundo exigen nuestra atención y una rápida puesta al día para así difundir nuestra obra, si es que los fotógrafos latinoamericanos queremos insertarnos en la fotografía del mundo. Será el modo en que podremos encontrar un puesto para la imagen de ésta, nuestra región, nuestra herencia, rica en sus costumbres, compleja en sus problemas, pero con una larga y auténtica manera de mirar que nos define y representa.

Y para mí, con 25 años buscando imágenes, la historia apenas comienza.


Fuente: Extra Cámara, Número 14, 1998, "Con Ojos Ajenos", pág. 60

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